Mentira
¿hasta dónde puede llegar una mentira?. ¿es realmente una mentira si la persona a la cual mentiste nunca llega a conocer la verdad?. Ojos que no ven, corazón que no siente, dicen.
Si bien co-construímos una realidad consensuada, el mentiroso se toma la libertad de hacer el consenso según sus propios parámetros; el mentiroso danza por sobre la pobre imagen sin vida ni color que nos entrega la sociedad y la educación occidental tradicional acerca de nuestras historias y sucesos más íntimos.
Porque el mentiroso con su mentira, es como el juglar que rimaba en la plaza acompañado de su fiel laúd; es como el científico loco del pueblo con un nuevo invento; es como el abuelo demente que cuenta su juventud de manera distinta cada vez; es como el primer sonido del neonato; la afinación de la guitarra; el do del piano; la paleta del pintor; el pelo del pincel, una gota de agua sobre el pétalo de una rosa; tan fresco, espontáneo y tenso a la vez, como el primer beso de un par de enamorados que les costó revelar su amor... ...El mentiroso verbaliza como una enredadera y no un árbol sus palabras: difuso, escamoteado y sin forma definida.
Este recurso lingüistico es rico en falsedad y supremo en ambigüedad, nos sirve para la entretención en días de lluvia, nuevas perspectivas de un problema, campañas presidenciales, conocer individuos del sexo opuesto, pedir disculpas públicas y mil doscientas treinta y cuatro cosas más; pero la más importante, sin duda alguna es la doscientos treinta y cinco, en donde el mentiroso nos entrega una nueva versión de la aburrida realidad cotidiana: sin smog en el centro, con más amor entre nosotros, más colores en los cuadros, más brindis en las fiestas, más abrazos en año nuevo o simplemente menos responsabilidad para él.
Sea como sea, porque el mentiroso es la base de la sociedad chilena moderna;
Pedro Urdemales: prócer de la patria.
Si bien co-construímos una realidad consensuada, el mentiroso se toma la libertad de hacer el consenso según sus propios parámetros; el mentiroso danza por sobre la pobre imagen sin vida ni color que nos entrega la sociedad y la educación occidental tradicional acerca de nuestras historias y sucesos más íntimos.
Porque el mentiroso con su mentira, es como el juglar que rimaba en la plaza acompañado de su fiel laúd; es como el científico loco del pueblo con un nuevo invento; es como el abuelo demente que cuenta su juventud de manera distinta cada vez; es como el primer sonido del neonato; la afinación de la guitarra; el do del piano; la paleta del pintor; el pelo del pincel, una gota de agua sobre el pétalo de una rosa; tan fresco, espontáneo y tenso a la vez, como el primer beso de un par de enamorados que les costó revelar su amor... ...El mentiroso verbaliza como una enredadera y no un árbol sus palabras: difuso, escamoteado y sin forma definida.
Este recurso lingüistico es rico en falsedad y supremo en ambigüedad, nos sirve para la entretención en días de lluvia, nuevas perspectivas de un problema, campañas presidenciales, conocer individuos del sexo opuesto, pedir disculpas públicas y mil doscientas treinta y cuatro cosas más; pero la más importante, sin duda alguna es la doscientos treinta y cinco, en donde el mentiroso nos entrega una nueva versión de la aburrida realidad cotidiana: sin smog en el centro, con más amor entre nosotros, más colores en los cuadros, más brindis en las fiestas, más abrazos en año nuevo o simplemente menos responsabilidad para él.
Sea como sea, porque el mentiroso es la base de la sociedad chilena moderna;
Pedro Urdemales: prócer de la patria.
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